lunes, 2 de marzo de 2009

Sub/versiones

De Leonardo Garniergarnier@amnet.co.cr

"Cuando, como en estas semanas, la política se nos aparece como la porquería que parece…, lo que a mucha gente le dan ganas es de salirse… o ni siquiera meterse en la política. Preferimos quedarnos en nuestra vida privada, no complicarnos y, sobre todo, no ensuciarnos. Pero, cuidado: los antiguos griegos –nos recuerda Savater –utilizaban una sonora palabra para designar a quien no se metía en política: lo llamaban idiotés, que para ellos significaba “persona aislada, sin nada que ofrecer a los demás, obsesionada por las pequeñeces de su casa y, a fin de cuentas, manipulada por todos”. Y es que buscando refugio en lo nuestro y en lo privado podríamos estar cometiendo un doble error: el error de creer que lo privado es mucho mejor que lo público (aunque bien hemos visto en estos días que buena parte de la corrupción viene precisamente de intereses privados), y el error de creer que lo público es menos nuestro que lo privado. Cuando un ladrón se nos mete en la casa y nos roba, no se nos ocurriría renunciar por ello a nuestra casa… y dejársela pasivamente a los delincuentes. Cuando ocurre lo mismo con la casa común, lo peor que podríamos hacer sería precisamente renunciar a ella –al país– y dejársela a esos usurpadores disfrazados de representantes. Eso sería una verdadera idiotez.Hoy más que nunca hay que recuperar la casa común, hay que restituir el sentido de la representación, de la democracia. Y eso no será fácil. Para empezar, hay que volver a sentirse parte. Hay que ser parte. Hay que participar; pero hay que participar con sentido, porque democracia no quiere decir participar en todo: sería una locura, sería impracticable, sería aburrido, sería insensato. Pero igualmente insensato es no participar en nada, desentenderse de todo, ya sea porque confiamos, ingenuos, en nuestros representantes… o porque desconfiamos tanto, que igual preferimos desentendernos. Sin nuestra participación, la democracia no funciona: se vuelve fofa y chula, ineficiente y corrupta. Para participar, hay que enterarse. Hay que informarse. Hay que conversar, discutir, debatir. Hay que deliberar. Hay que participar críticamente. Y hay que reconocer que, aunque vivamos en la misma casa –o vayamos en el mismo barco–, no somos tan iguales, ni tenemos los mismos intereses, ni vivimos en las mismas condiciones, ni tenemos las mismas ventajas… o desventajas. Como bien nos recordaba Manuel Rojas, el domingo, mientras algunos van en primera y marcan el rumbo, otros van en el cuarto de máquinas y apenas siguen el ritmo. Por eso, no basta que la nave marche…, tiene que marchar para todos. La vida en sociedad siempre será compleja, conflictiva, contradictoria. No se trata de abolir esos conflictos, como no se puede tampoco eliminar por decreto la corrupción. Lo que una sana vida democrática debe permitirnos es afrontar esos conflictos y esos problemas de forma razonable y razonada, sí, pero con un presupuesto básico, y es que, en efecto, la casa común es de todos: nadie tiene derecho a tratar la cosa pública como su propio negocio personal. Por eso, aunque haya mil razones para que se nos quiten las ganas…, no seamos idiotas: hay que participar en política".

No hay comentarios: